El lunes conocí a Ana (el nombre de Ana es ficticio, así como su procedencia y residencia, no obstante la historia es real y la conversación también). Ana nació en un pueblo de Granada y a la edad de 15 años emigró a Badalona, donde vive desde hace 35 años. Me explicaba que dejó el pueblo porque no había trabajo y que antes de llegar a Barcelona había estado sirviendo en Madrid, Ana añora su tierra y no olvida sus raíces, por lo que tiene una casa en el pueblo a la que va siempre que tiene ocasión, además es un miembro activo de la casa de Andalucía de su barrio en Badalona, la mayor parte de la población del cual es de origen andaluz. Yo estaba de acuerdo con ella en que no se deben olvidar la raíces y que la gente que emigra siempre tendrá una parte “aquí” y otra “allá”. Sobre la lengua catalana, Ana decía que a duras penas la entendía, ya que no solía ver la televisión catalana y en su barrio no es muy hablada, bromeaba diciendo que cuando va al supermercado tiene problemas en la carnicería para entender según que palabras, como “xai”, que quiere decir cordero. A un cierto punto de la conversación, Ana me explicó que su barrio se estaba “llenando de magrebíes” y lamentaba el hecho de que “no se integren”, a lo que yo respondí: “bueno, ellos simplemente añoran sus raíces e intentan mantener su cultura, como tú”, ella respondió: “no, yo soy española, si yo me fuera a otro país me adaptaría a su cultura”.
Al principio me sorprendí, porque a mi entender Ana estaba igual de “integrada” en la cultura local como los magrebíes de los que me hablaba, sin embargo ella no era consciente y el hecho de que no lo fuera era porque asociaba la idea de nación y estado. Para Ana todo aquello que está dentro del territorio que los mojones delimitan como España es español, tiene una única cultura, una lengua común y es una nación, idea que a mi entender es totalmente errónea. El Estado es un contrato entre los ciudadanos, una forma de organizarse que otorga unos derechos y unos deberes, con un centro de poder y unas fuerzas del orden, el Estado es un conjunto de instituciones. La nación es más difícil de describir, para Stalin sería una comunidad con una historia y unos trazos culturales comunes, Primo de Ribera añadiría, con un destino común en lo universal. A mi me agrada más la definición que la describe como el proyecto de una élite, que invita a los ciudadanos a unirse, para mantener su hegemonía.
El binomio estado-nación surge a partir de la revolución francesa (aunque a mi me guste más el término revolución burguesa) y Napoleón fue su máximo artífice, desde ese momento Francia, hasta aquel momento multicultural, empezó a homogeneizarse. Ser francés significaba pertenecer a un estamento superior, la lengua francesa era la de la civilización y el resto eran barbarismos. Este modelo, de gran éxito en Francia, fue exportado a muchos países, donde gracias al sistema educativo y los medios de comunicación, la población empezó a homogeneizarse, el Estado quiere que todos los ciudadanos seamos réplicas nacionales los unos de los otros y su vez de ellos. El modelo Estado-nación no cuajó en España, entre otras cosas se dice que gracias a que la élite que ostenta el poder aquí, la centropeninsular, no es ni más rica, ni más culta que las élites catalana y vasca, más modernas e ilustradas. Por lo que España sigue siendo un país plurinacional de facto, aunque no de iure, no hay más que ver cuál es la lengua oficial del Estado Español.
No obstante en la actualidad con el fenómeno de la inmigración, no sólo nos encontramos con nuestra propia multiculturalidad, si no que tenemos entre nosotros vecinos de los más diversos orígenes, lenguas y religiones, y los hijos de estos recién llegados son a su vez españoles, españoles cuya lengua madre es el chino, españoles musulmanes, hinduistas, etc. Ante tal realidad social el modelo de Estado-nación homogeneizador es insuficiente, veamos que ocurre en Francia con los hijos de magrebíes con nacionalidad francesa, pero de religión musulmana ¿son menos franceses que el resto?, a la práctica sí.
Para mi Ana, los españoles hijos de inmigrantes y yo somos iguales en nuestra diferencia. Ana tiene el mismo derecho a realizar sus prácticas culturales en libertad en cualquier parte del mundo, igual que Mohad, Li Hai Lin o Amanda Lepore. El “conflicto” intercultural y los problemas de convivencia, surgen a partir de una realidad que choca con la idea de Estado-nación homogéneo. Debemos construir un marco de organización, unas instituciones, un Estado basado en la ciudadanía como conjunto de derechos y deberes, de valores cívicos y responsabilidades y no como conjunto de prácticas culturales, creencias, idioma y opiniones homogéneas. Debemos sumar, no excluir.