lunes, 9 de mayo de 2011

las lechugas de Mika no son una cuestión personal, son una cuestión de soberanía alimentaria

Si hace cosa de un mes mostraba mi malestar por una serie de documentales sobre alimentación que había visto en la noche temática y exhibía mi orgullo por comprar los productos frescos directamente a los productores, después de asistir a una conferencia sobre soberanía alimentaria este malestar se ha convertido en indignación y este orgullo en mi lucha.

La soberanía alimentaria se refiere al derecho de los pueblos y los Estados a definir sus propias estrategias de producción para de manera prioritaria poder alimentar a su población. Este concepto que parece básico y lógico, es en cambio incumplido descaradamente para favorecer a los mercados y a los flujos y acumulación de capital, provocando una situación en la que se producen el doble de alimentos para poder alimentar a toda la población mundial y en cambio, en el 2004 Unicef denunciaba que cada año mueren de inanición 5 millones de niños. Habría que ver cómo estas cifras han aumentado en la actual coyuntura económica mundial.

La causa de estas ilógica e inhumana situación se puede resumir en tres palabras, sistema mundial capitalista. La mercantilización de todas las cosas ha llevado también a la mercantilización de la tierra y de los alimentos, de tal manera que se permite la especulación y así encontramos depósitos financieros que operan con alientos. Sin ir más lejos Caixa Catalunya ofrecía, por suerte dejó de hacerlo, un depósito al que llamaba 100% natural. Si una persona invierte en alimentos y gana dinero, significa que esos alimentos se venden más caros, y si esos alimentos se venden más caros significa que aumenta el número de personas pobres que no pueden acceder a ellos, si una persona gana dinero con un depósito “100% natural” otra debe morir de hambre.

Otra de las causas de la pauperización del tercer mundo es la explotación capitalista del monocultivo, es decir, que unas tierras fértiles se dediquen a cultivar un solo tipo de producto, aunque este no sea un alimento. Así encontramos situaciones en las que países como Kenia donde una de cada dos personas sufre hambre es el mayor exportador de rosas del mundo, y sus mejores tierras en lugar de estar dedicadas a producir alimentos para los keniatas, pertenecen a grandes multinacionales que cultivan rosas para el primer mundo. El primer mundo compra las mejores tierras del tercero para producir sus postres y sus caprichos, mientras el tercer mundo debe comprar al primer mundo los alimentos que podría producir en sus propias tierras.

En un tercer caso nos encontramos con la situación más absurda de todas, el no poder acceder a los alimentos que tus propias tierras producen, así en el 2002 después del corralito, Argentina que tenía 36 millones de habitantes producía alimentos para 300 millones de personas, casi 10 veces su población y en cambio el 46,7% de su población era pobre y 10 niños morían cada día por inanición.

Las multinacionales y las grandes superficies, con sus políticas económicas, provocan la pauperización del tercer mundo y pretenden controlar el mercado local haciendo indigno el trabajo del agricultor. En España 3 grandes compañías controlan el mercado de las semillas y las venden al precio que desean al 1.200.000 productores que existen. A su vez 5 compañías; Carrefour, Auchan, Eroski, Mercadona y el Corte Inglés controlan el 95% de la distribución imponiendo precios bajos a los agricultores y vendiendo a precios cada vez más altos a los 46 millones de consumidores, para así poder acumular más y cada vez más capital hasta que el dinero les salga por las orejas.

Por la sencilla razón de que los distribuidores quieren romper la relación directa entre los productores y los consumidores para así poder engañarnos inflarndo los precios, me siento enormemente contento y orgulloso hasta rozar la vanidad de comprar en el mercado las lechugas de Mika directamente a ella. Quiero saber lo qué como, quién lo produce y cómo lo produce, quiero fomentar el mercado local y que no se abandonen las tierras que están al lado de mi casa porque el hecho de cultivarlas es económicamente inviable. Hago un llamamiento a los poderes públicos y a todos los ciudadanos para que fomenten los mercados locales y en estas elecciones voten a opciones políticas que incluyan estas propuestas en sus programas.

En Haití los mercados están llenos pero nadie puede comprar

conferència sobre sobirania alimentària 1ª part
conferència sobre sobirania alimentària 2ª part
conferència sobre sobirania alimentària 3ª part

domingo, 1 de mayo de 2011

Blancanieves sigue durmiendo el Primero de Mayo.

El viernes supimos que el número de parados en España superó los 5 millones. Hoy 1 de mayo, día del trabajador, las calles estaban repletas de gente paseando, las terrazas (con este sol) repletas de gente y en la concentración final de la manifestación, los mismos de siempre. Los medios decían unas 700 personas en Tarragona, 600 en Girona y 500 en Lleida. Todo un fracaso teniendo en cuenta la actual coyuntura.

He visto en las noticias la Plaza de San Pedro de Roma repleta de gente acudiendo a la beatificación de Juan Pablo II, beatificación no exenta de polémica tiendo en cuanta que fue el Papa que ocultó casos de pederastia dentro de la Iglesia Católica y que sus milagros son cuestionados por parte de la comunidad médica. Además me he acordado de las multitudinarias celebraciones de las victorias del Barça o el Real Madrid, en que la gente eufórica ocupa las calles, he pesando todo está perdido. La gente aún sufriendo en sus carnes el paro, la desigualdad social y los recortes sanitarios sólo piensa en el fútbol y el Sálvame, hemos perdido.

Por suerte no me conformo con mis simples reflexiones pesimistas y le he dado vueltas al tema, me he acordado de centenares de conversaciones con gente indignada, del gran éxito de ventas del libro indignaos y he pensado que el boicot a las elecciones y a participar en actos como el 1 de mayo sean tal vez una manera más de expresar la desesperanza.

Últimamente estoy leyendo algunos libros sobre globalización, y sociólogos, economistas, antropólogos y otros pensadores coinciden en que la globalización es la expresión última del capitalismo, donde los flujos de capital se mueven de aquí para allá, las multinacionales tienen su sede en un país, producen en otro y pagan sus impuestos en un tercero para vender sus productos en un cuarto. Esta globalidad económica ha venido acompañada de un cambio en la cultura, en la que hay una gran importancia de los medios de comunicación y que ha generado una sociedad global con unos problemas globales. Cuando hay inestabilidad en Libia en España sube el precio del carburante, o si hay un exceso de emisiones de CO2 en China, se deshiela el Ártico y hay sequía en Rusia.

Esta sociedad global con problemas globales está organizada políticamente en Estados-naciones con competencias locales, que resultan inútiles e inoperantes para solucionar los problemas de sus ciudadanos, que se quedan sin trabajo porque la multinacional alemana en la que trabajan ha decidido enviar parte de la producción ha un país lejano, o porque se disminuye el número de trabajadores públicos ya que Bruselas sólo permite un 3% de déficit sobre el PIB.

Tal vez la gente no está dormida, si no que no existen las plataformas sobre las que poder organizarse para dar solución a sus problemas, tal vez han dejado de creer en sindicatos y partidos políticos, porque aunque éstos tuvieran buenas intenciones tienen muy poco margen de acción. Tal vez si conseguimos crear una plataforma global podremos organizarnos y todas las Blancanieves que mordieron la manzana envenenada del desengaño despierten para cambiar el orden mundial y poder vivir todos mejor y más tranquilos.